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Prince ha muerto hoy a los 57 años. En poco más de tres meses se han ido dos de los músicos más innovadores, atrevidos, bombásticos y modernos de la música pop. Al igual que David Bowie (pero menos influyente), Prince basó su carrera en romper las normas, tanto musicales como estéticas. Prince odiaba la rutina y la ortodoxia, y durante toda su carrera se empeñó en astillar lo convencional. Tanto, que incluso sus fans no pudieron seguirle. Estos son algunos momentos en los que el músico rompió reglas que nadie había roto hasta entonces...

Cuando se cambió el nombre por un símbolo
Sucedió en 1993, cuando sus litigios con su antigua discográfica le llevaron a un callejón sin salida; no podía emplear su nombre artístico para ninguna acción comercial, así que optó por la innovación. Se hizo llamar TAFKAP (El Artista Anteriormente Conocido Como Prince) y, en última instancia, adoptó un símbolo impronunciable, mitad manifiesto andrógino (es en parte una combinación de los signos masculino y femenino), mitad jeroglífico (en los 80 hubo una gran corriente estética de inspiración egipcia en el mundo del rap y el funky). Incluso tuvo un carácter tipográfico propio.

Cuando se saltó a la torera todas las normas del mercado discográfico
A Prince nunca le gustaron las discográficas ni sus estrictas reglas. Forma parte de la historia de la música su legendario cabreo con su disquera de siempre por no permitirle editar todo el material que producía. Su desquite fue Emancipation, un triple disco de sonoridades épicas que celebraba su liberación del sistema. Más tarde volvería a trabajar con grandes compañías, pero siempre siguiendo sus propias reglas. En 2007, regaló su disco Planet Earth con el periódico The Mail on Sunday. Y en los últimos tiempos había publicado nuevas grabaciones sin anunciarlo previamente, siguiendo sólo sus propias reglas. Mención aparte merece su célebre Black Album (1987), que oficialmente nunca salió a la venta. Las copias promocionales del vinilo, con una funda negra en la que no aparecía ninguna indicación, son hoy pura reliquia de coleccionista.

Cuando desmontó todas nuestras ideas acerca de cómo debía vestir un cantante afroamericano
A la hora de vestirse, Prince jugaba con la fusión entre los géneros. Es cierto que el glam de los setenta (Bowie) y la cultura funk habían experimentado con la androginia, el kitsch y la provocación, pero Prince lo llevó a un nivel distinto gracias a su repercusión pública. En la portada del monumental Lovesexy (1988) aparecía completamente desnudo, recostado entre flores gigantes y con una pose plenamente femenina. A lo largo de los años, jugó con la bisutería, la lencería, el cuero, las pieles y la estética del rock. En contraste con su innegable heterosexualidad y su estatura diminuta (no llegaba al 1,60), el efecto era chocante y pura provocación. Este choque estético se correspondía exactamente con los temas eróticos que interpretaba con su característica voz de falsete. Barba, bisutería y maquillaje. Una obra maestra de la estética pop.

Cuando se rodeó de las mujeres con más talento de su época
Prince fue siempre un personaje polémico, pero nadie niega que, en ciertos aspectos, era mucho más moderno que algunos de sus contemporáneos. Por ejemplo, en lo que respecta a los músicos de los que se rodeaba: fue uno de los primeros artistas comerciales en colocar a una mujer a la batería, la extraordinaria Sheila E. También impulsó la carrera de bandas femeninas como Vanity 6 o Apollonia. Y uno de sus temas más famosos, Alphabet St., es indisociable del rap de la cantante Cat Glover.

Cuando convirtió Minneapolis en un símbolo de la cultura funky
Antes de Prince, no muchos sabían decir qué había en Minneapolis, la ciudad más poblada de Minnesota. El cantante reivindicó las raíces culturales de su localidad natal y estableció allí su base operativa, Paisley Park, un complejo arquitectónico donde vivía, grababa sus discos y también ofrecía conciertos ocasionales. Ya en los 80, el sonido Minneapolis sirvió para definir una mezcla de funk, rock y r&b plenamente vinculada al sonido inaugurado por Prince en Dirty Mind (1980).

Fuente: El Pais

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